A ver, vamos por partes. Normalmente miramos imágenes digamos que sin quererlo ni pedirlo, al final terminamos haciéndolo. El avance tecnológico en sí es gran causante de esto. ¿Por qué? Digamos que a finales del siglo XIX se creó un dispositivo que guardaba imágenes, una especie de “caja negra”, si continúo en esta línea de tiempo y voy muy rápido, es demasiado lógico ver que ahora tenemos fácil acceso a esa «caja» -por no decir que a varias- pero el concepto ha cambiado, ya no es más una caja, sin embargo algo de su esencia permanece.
Ahora pensemos en nuestras fotografías, no las que creamos, las que se guardan en cajones, maletas, cajas de zapatos y, si son tradicionales, en álbumes. Muchas cosas tuvieron que suceder antes de que se crearan esas fotografías, y claro antes de poseerlas. Pero si les digo que ustedes no fueron los primeros en dar el primer paso, que ustedes no hablaron primero. Cuando la imagen mira ya nos está hablando desde lejos, es como decir que una persona te miraba desde antes, pero nunca lograste presenciarlo, hasta después cuando se conocen. Puedo compartirles que esto es recurrente en cada imagen que observo, pero quiero ser clara: me sucede con mayor frecuencia con la imagen impresa, aquella que sientes que tocas y que es sólo tuya.
Pero, ¿por qué la imagen actuó primero? Una imagen por temor a ser olvidada se vuelve ausente, por lo tanto al mirarla no se ve la esencia ni la materia, se le imagina, para poder recordarla. Hace tiempo Pascal Quignard se cuestionaba cómo una imagen puede perderse, ser ausente en sí misma, la respuesta fue la imaginación que surge de la imagen. Por ejemplo, ustedes al ver las imágenes que ilustran el texto van a encontrar algo más, van imaginar algo distinto a lo que yo veo. Verán una imagen adentro de una imagen, pero ambas no existen. La imagen en la que se encuentra una mujer encapsulada es mi tía abuela, esa fotografía siempre ha estado en la pared y yo siempre la he escuchado, pero el simple hecho de estar en ese lugar sin gritar la ha convertido en un sin fin de imaginarios.
Entonces, regresemos… Cuando mencionaba sobre las fotos que tienen guardadas, ustedes al no ser los primeros en decir algo, en el momento en que deciden voltear la mirada, nace el deseo de ver algo ausente, que producirá después un estado fenomenológico. Este proceso es lo que viene a ofrecernos cada imagen; una nueva experiencia ante el objeto. Miramos constantemente, sí, pero en el momento en que dejamos de ver lo real, estaremos permitiendo ver la imagen. Cuando podamos ver una imagen en su totalidad, entonces podremos ser creadores de una.