Entonces ella me habló, sentía cómo me observaba. Al igual cuando un extraño te mira de lejos y tu sientes que tu espacio ya no es sólo tuyo; que tu ritmo se multiplica, entonces tus movimientos dejan de ser desconfiados, te paralizas pero al mismo tiempo las acciones son involuntarias y la escena se vuelve una contradicción. Para el momento en el que cruzas la mirada, admites seducción. En mi caso, ella pudo quitarme el control que tengo para desplazarme.
Cuando hablo de ella me refiero a la imagen fotográfica, algunas veces a la fotografía como tal. Pienso que es “ella” o “la” que su sexo es femenino y que se maneja libre, descarada, sin tapujos, por lo que quisiera actuar como ella. De lo contrario, no podría caer tan fácil en su juego. La experiencia fotográfica es ahora para mí un coqueteo y si bien me apego a las afirmaciones de algunos teóricos que habían hablando con antelación sobre esto. En efecto, todo es una coreografía sumamente detallada. Primero mirarse inconsciente (sentirse a través de una mirilla) y después consciente, segundo, el cuerpo “a tientas” con un temblor en las piernas, sudoración y garganta seca – acercarse – lo que viene después dependerá del desenvolvimiento mutuo.
La imagen fotográfica dio el primer paso y yo he caído completamente. Si la toco me quemo y si observo me fundo, me hago ceniza. Cuando la imagen mira ya nos está hablando desde lejos.
Hermosa descripción!! Gracias por compartir esta bella creación.