Dados sus hábitos nocturnos, el murciélago fue relacionado con la destrucción de los astros y de la luz. Sabemos que estos animales pasan la mayor parte de su vida en las tinieblas; por ende, es natural que los mayas y otros pueblos mesoamericanos y sudamericanos lo consideraran como devorador de la luz.
En el libro sagrado de los mayas quichés se dice que, previo al juego de pelota entre Hunahpú e Ixbalanqué y los señores de Xibalbá, los gemelos fueron sometidos a diversas pruebas, en una de las cuales, en la Casa de los Murciélagos, fue decapitado Hunahpú por Camazotz (murciélago de la muerte), es decir, uno de los astros luminosos fue “apagado” por el quiróptero.
Posteriormente, después de haber contendido en el juego de pelota, los gemelos míticos salen airosos de las pruebas impuestas por los de Xibalbá; se transforman de seres terrestres en seres celestes: en el Sol y en la Luna.
El mito anterior nos habla de que el juego de pelota formó parte del simbolismo mitológico mesoamericano, además de ser un importante rito extendido por toda el área. Por otro lado, la significación religiosa del juego de pelota está vinculada con uno de los conceptos fundamentales del pensamiento mesoamericano: la lucha entre contrarios, los astros diurnos y nocturnos en el cielo, las fuerzas de la vida y de la muerte, etcétera, que a su vez hacen posible la existencia del cosmos (Garza e Izquierdo, 1992: 335-353). De ahí que sea tan importante el papel del murciélago como destructor de la luz, como amo y señor de las tinieblas; ya que si hay luz, también hay oscuridad.
Esto representa la base del movimiento, de la temporalidad en el pensamiento náhuatl y maya. En cuanto al simbolismo del juego de pelota entre los nahuas y mayas, Garza e Izquierdo han señalado que:
El juego de pelota parece simbolizar la pugna que hace posible el movimiento del Sol en el cielo. Sin embargo, por las múltiples deidades que aparecen en los códices jugando a la pelota, se puede pensar que el juego también significaba la lucha y el consecuente movimiento de los astros, desde su salida hasta su puesta, los cuales pueden ganar o ser derrotados en el cielo nocturno (Garza e Izquierdo, 1980: 316).
En este sentido, el juego de pelota expresa la guerra, la lucha entre fuerzas contrarias. Su representación plástica la podemos observar en diversas obras mayas, por ejemplo en el panel de la banqueta oeste del juego de pelota de Chichén Itzá. Según Moser, en él se conmemora la derrota de los mayas de las tierras bajas por los toltecas (1973: 12). En el relieve vemos a un hombre semihincado, sin cabeza, ataviado de guerrero y jugador de pelota; de su cuello surgen seis serpientes, las cuales simbolizan la energía vital que se escapa del cuerpo humano, y una planta.
Ahora bien, en cuanto a la idea de que una vez concluido el juego de pelota se realizaba un sacrificio por decapitación del jugador vencido, las fuentes no corroboran esta idea, por lo que podríamos pensar que los cronistas españoles del siglo XVI están frente a una actividad profana que tenía como finalidad la diversión, más que una actividad ritual (Garza e Izquierdo, 1980: 316). Aunque cabe pensar –tal como lo sugiere Nájera– que pudo haberse dado algún sacrificio relacionado con el juego de pelota, pero no necesariamente el de alguno de los contendientes, sino el de una víctima seleccionada para tal evento (1997: 178-179). En este orden de ideas, creo que en algún momento de la historia de los antiguos mayas se escenificó el mito de la decapitación de Hunahpú, y que un personaje con los atributos de murciélago fungía como decapitador, tal como aparece representado en los códices Vaticano B, Féjérvary-Mayer, Borgia y Porfirio Díaz, después de llevarse a cabo el juego de pelota.
Una vez superadas las pruebas y el juego de pelota, los gemelos míticos –según el Popol Vuh– se convierten en el Sol y la Luna, pero a decir de Thompson, la información que proporciona el texto quiché es incorrecta, porque entre los mayas siempre se ha considerado a la Luna perteneciente al género femenino, por lo que debe tratarse del Sol y Venus, que en diversos mitos mayas actuales aparecen como hermanos.[1]
Mercedes de la Garza, por su parte, dice que es posible que se trate del Sol diurno y del Sol nocturno; para ello, la autora se basa en que balam es “jaguar” y Balanké o Balanqué es entre los k’ekchís Sol-jaguar, es decir el Sol nocturno (1987: 193).
Ambas interpretaciones me parecen igual de válidas, pues cada una tiene sustento en las fuentes; sin embargo, analizando las versiones escritas en caracteres latinos, tanto en español como en lenguas indígenas, vemos que respecto a la figura de uno de los gemelos míticos existe una gran confusión, pues Torquemada dice que entre los grupos del occidente de Guatemala tenían como dios a Exbalanqué, a quien le dedicaban los sacrificios humanos producto de alguna guerra (1975: 88-89, volumen III). En este sentido, Exbalanqué está relacionado con el Sol, según el concepto que los mayas tenían de la guerra.
Nájera, por otro lado, dice que es posible que Exbalanqué fuera el Ixbalanqué que se menciona en el Popol Vuh, y que está totalmente vinculado con el Sol (1997: 160).
Además, El Título de Totonicapán (1980: 174) identifica a “Junajpú” con el Sol, y a “Xbalanqué” con la Luna, información que, en vez de aclararnos, nos confunde todavía más. Asimismo, el texto agrega que Junajpú era joven y Xbalanquej era una doncella, afirmación que contradice lo expresado en el texto quiché, porque Ixbalanqué no parece una mujer.
Sin embargo, a decir de Carmen Valverde, una anotación de Denis Tedlok en su edición del Popol Vuh nos da luz para resolver el problema, pues este investigador señala que, entre los quichés contemporáneos la Luna llena y el Sol nocturno son considerados como masculinos, mientras que las otras fases del astro son femeninas (Valverde, 2004: 122). De tal forma, la autora piensa que Ixbalanqué, en la medida en que es jaguar, es la Luna como Sol nocturno[2] en contraposición a uno diurno. Por lo que estaríamos frente a dos soles, uno nocturno con menos brillo, y uno diurno, totalmente resplandeciente. Al respecto, Thompson registra que en algunos grupos mayas se piensa que la Luna brilla menos debido a que el Sol le sacó un ojo, porque la gente se quejó ante él de no poder dormir durante la noche, ya que ésta era tan clara como el día (Thompson, 1984: 289).
Por lo tanto, la idea de que los gemelos son el Sol diurno y el Sol nocturno se confirma; además, si analizamos quién es el personaje al que decapita el murciélago de la muerte, vemos que se trata de Hunahpú, el Sol diurno, para que pueda reinar el Sol de la oscuridad y de la noche; es así que el quiróptero se considera como destructor de la vida y devorador de la luz.
La estructura fundamental del mito persiste varios siglos después, y así tenemos, con algunas variantes, que comunidades contemporáneas tzotziles señalan que la lucha entre el bien y el mal tiene resonancias cósmicas: la Luna y el Sol están furiosos con los ’ik’aletik (hombres negros con cuerpo de murciélago). Un eclipse significa que el Sol ha sido derrotado temporalmente; si los demonios-murciélagos llegan a triunfar completamente y el Sol es destruido, todos los seres humanos desaparecerán (Guiteras citada por Blaffer, 1972: 38). Tal idea también está presente en varios mitos sudamericanos; por ejemplo, los indios tupi-guaraní de Brasil creen que el fin del mundo se dará por la desaparición del Sol al ser devorado por un murciélago. De igual forma, los apopacúva-guaraní de dicho país sudamericano cuentan cómo su ente creador se retira a la casa de la noche eterna. De su caballete cuelga el Mbopí recoypy (murciélago primordial), que va a comerse al Sol, mientras que Jaguarovy (tigre azul), destructor de hombres, está acostado debajo de la hamaca. Nimuendajú sospecha que los murciélagos son los contrarios del creador desde el comienzo del mundo.
Como animales nocturnos son enemigos de los astros luminosos… Pero a veces sí se arrojan sobre el Sol y la Luna y producen con ello los eclipses, pero hasta ahora el creador siempre los ha vuelto a llamar debido a la actuación de los curanderos. Sin embargo, cuando el creador haya decidido definitivamente que se produzca el fin del mundo, él mismo enviará a los demonios murciélagos para iniciar, a través de la destrucción del Sol y la “caída de la noche”, la perdición (Barthel, 1968: 99).
[1] Thompson (1960: 12, 66, 77, 82, 134, 218) dice que entre los mayas yucatecos, Lahun Chan, 10 cielo, es el principal dios del planeta Venus, y según el Chilam Balam de Chumayel tenía cabeza de jaguar y cuerpo de perro.
[2] Federico Lunardi asocia al murciélago con el Sol nocturno por la cualidad que tiene el vampiro de alimentarse de sangre, y porque este animal en el pensamiento maya es el encargado de ejecutar los sacrificios por decapitación (1946: 3-48; 1948: 329).
Fragmento del libro Zotz. El murciélago en la cultura maya, editado por el Centro de Estudios Mayas de la UNAM. Puedes consultar el libro completo en línea aquí.