Flor Codagnone presenta Ensueños el primer poemario de la joven poeta Gabriela Lucatelli, quien a decir de Flor, milita la palabra y la poesía y no es sin el otro.
Escribir sobre un primer libro siempre es difícil porque, ¿qué es un primer libro? ¿Cuántas cosas hay detrás de las letras? ¿Qué expectativas? ¿Y, qué pueden hacer las palabras de otro sobre todo eso que un primer libro trae detrás?
A mí, Gabriela me entrevistó hace unos meses para esta misma revista y enseguida descubrí que tenía una sensibilidad enorme. Fueron sus preguntas las que me dieron la pista, pero también su lectura y su modo de presentar la nota. Y, hay que decir que me sorprendió todo eso en tanta juventud.
Apenas veinte años y una profunda convicción. Gabriela milita la palabra y la poesía.
Entonces, escribir sobre un primer libro es siempre difícil. ¿De qué serviría que les contara que Ensueños es auspicioso es su primer poemario? Podría decirles, también, que la escritura de Gabriela no es sin lo femenino (“Soy una mujer hecha metáfora / letra por letra me reparto / me consumo en cicatrices / que conjuran mi noche”), tampoco sin un otro al que apela una y otra vez: “Quiero respirarte, / latirte, / sentirte, disfrutarte”, “Aprendí a quererlo sin su presencia”, “Algún día tus lunares / serán el punto final / de todos mis miedos”.
A menudo, en primeras publicaciones, pueden rastrearse lecturas, influencias. Un fantasma recorre Ensueños y hace que no se trate sólo de un libro si no también de una respetuosa y profunda lectura. Lecturas que se encarnan en otras, como un juego de mamushkas. Si Alejandra Pizarnik escribe: “dice que el amor es muerte es miedo / dice que la muerte es miedo es amor”, Gabriela retoma la idea conceptual (y la música pizarkniana): “¿Qué sabe el agua de la lluvia? / Es gota es sudor es saliva / ¿Qué sabe el verso del poema? / Es palabra es llanto es agonía” o “La niña tenía miedo al amor /y amor al miedo”. Y, si en Pizarnik la figura de la niña es muy importante (“Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste”), Gabriela la espeja y abisma (“es la pequeña niña que habita en mí, / está dormida / y no quiere despertar”).
Siempre es una invitación un primer libro. Éste invita a meterse en un mundo femenino, en un duelo amoroso, en un ida y vuelta que no es sin otro… Y yo invito a Gabriela a seguir creciendo como escritora y a animarse a soltarle la mano a los padres (o en este caso a la madre) literarios y establecerse ella misma como referencia. Tiene con qué.
Vengo a traer un poco de mi tristeza
Vengo a traer
un poco de mi tristeza
a este mundo tan
superficial.
Agárrala o déjala,
pero recuerda
que mi tristeza no es
como las demás.
La mía es una tristeza sincera,
hermosa,
pura y natural.
Es la propia vida
que habla a través
de unos ojos que han visto
el llanto de los niños,
de las mujeres,
de toda la
humanidad.
Es la tristeza de las bocas
que nunca se tocaron.
De los cuerpos
solitarios.
De las palabras que
sobran…
… y de las que faltan.
Es la tristeza que hay
al borde de los lagos,
en la niebla,
en las sombras,
en mis manos.
Esa tristeza que te hace
querer más la vida
aun comprendiendo
el suicidio,
aun sintiendo el sabor
que tiene la muerte.
La tristeza de verse
caminando y resbalando
para luego volverse
a levantar.
La tristeza de los poetas,
de los pintores.
De aquellos
que agarran mejor
un lápiz o un pincel
que un arma.
Y así gritan al mundo.
Con confusión. Con rabia.
Con amor
desenfrenado.
Vengo a traer
un poco de mi tristeza
a este mundo tan
perfecto.
Es el mayor regalo que
puedo ofrecerte hoy.
Agárrala o déjala,
pero no juegues
con ella.
Es débil como yo.
Mujer Metáfora
Soy una mujer hecha metáfora
letra por letra me reparto
me consumo en cicatrices
que conjuran mi noche.
No se en cuál de mis sueños
habito
sobrevuelo en mis temores
desnudo las vidas que los demás
me inventan
mientras tejo entre líneas
la que vivo.
Soy una mujer hecha metáfora.
Soy una metáfora hecha mujer.
Espejo
Me compré un espejo grandísimo,
lo puse en la habitación
y me contemplé
en él.
Descubrí que mi verdadero rostro
está aprisionado
detrás del que tengo ahora.
Me esfuerzo por salvarlo,
pero no lo logro alcanzar:
es la pequeña niña
que habita en mí,
está dormida
y no quiere despertar.
Parada frente a ese reflejo,
sólo queda la nostalgia
de las inocencias
que supe olvidar.
*
¿Qué sabe el agua de la lluvia?
Es gota es sudor es saliva.
¿Qué sabe el verso del poema?
Es palabra es llanto es agonía.
Gabriela Lucatelli
Gabriela Lucatelli es una joven de 20 años que vive en Buenos Aires, Argentina. Comenzó a escribir poemas a la edad de siete años. Escribe desde tan chiquita que no recuerda por qué empezó a hacerlo, pero luego en la preadolescencia descubrió que hacer poesía era para ella, una necesidad. Una necesidad de poner en palabras todo lo que le estaba ocurriendo en su interior y necesitaba gritar. La poesía fue su escape, su única manera de comunicar. Desde ese momento, no pasa un día sin que escriba al menos unas pequeñas líneas en cuadernos que decide guardar prolijamente para evaluar sus progresos y recordar con nostalgia tristezas pasadas. Descubrir que podía reciclar su dolor transformándolo en arte fue terapéutico.
Gabriela ha participado de Antologías Nacionales y Revistas Literarias; obtuvo el Primer Premio del Certámen provincial de Poesía 2015, organizado por la Asociación de Artes y Letras de Esteban Echeverría. Esta por publicar su primer libro, Ensueños. Es profesora de Inglés para niños y alfabetizadora.